Hace ya mucho tiempo en un lejano país vivía en el campo una familia muy humilde. Tenían solamente un hijo llamado Gaspar, quien era muy travieso y desobediente, acostumbraba a sacar de su Casa pequeños utensilios para venderlos, en la escuela era muy desaplicado y cambiaba sus útiles por tonterías y baratijas, era un niño muy díscolo e ingenioso, le gustaba inventar historias fantásticas, perdía mucho el tiempo en esas fruslerías, pensando siempre en conseguir el sustento y lograr sus metas de manera fácil; así que por más que sus padres y maestros le enseñaban, le daban ejemplo, tratando de formar su personalidad, inculcándole valores y principios, el no hacía caso sino que y desperdiciaba esos consejos. Un día se fue a divagar por el campo, caminó, caminó y caminó por largo rato, embebido en sus pensamientos; cuando reaccionó estaba lejos de su casa en las cercanías de un río, en realidad era un riachuelo, cuyas cristalinas aguas producían un sonido especial al chocar con las piedras, él travieso muchacho buscó un remanso, bajo un frondoso árbol, allí sentado a la orilla, a la vez que consumía con avidez la merienda que su madre había puesto en su maleta, jugaba con el agua, lanzando pequeños guijarros a su interior. De pronto aparecieron dos pececitos multicolores, el se quedó mirándoles fijamente, y uno de ellos emergió hasta el límite del agua y pronuncio la siguiente frase: sigue no te detengas, Gaspar quedó anonadado por lo sucedido, se incorporó y como llevado por una voz extraña, siguió la dirección indicada, a medida que avanzaba la vegetación se hacía más espesa, situación que en un momento dado lo obligo a caminar sobre las piedras que sobresalían en el riachuelo, de repente sintió a su espalda como un zumbido, giró para observar y vio como se acercaba a él una especie de tormenta o huracán, como los que se forman en el mar pero en miniatura, remolino que flotaba sobre las aguas sobre el cual Gaspar quedó sentado, siendo transportado rápidamente sobre la superficie hasta un lugar remoto y desconocido. Una enorme gruta que al atravesarla y después de dar muchos giros en una especie de laberinto lo llevó a contemplar la ciudad que descansaba sobre una meseta, sus calles de oro, los muros, las paredes en piedras preciosas, el lugar inundado de luz permanente pero en ese lugar no había noche, solamente el resplandor y la armonía moraban allí como detenidos en el espacio y el tiempo en un eterno presente, ya en las puertas de la ciudad es trasladado a un recinto especial donde más tarde será recibido por un venerable anciano de barba blanca, que le regala monedas de plata y un libro que contiene los secretos de la vida, que le permitirán aprender cómo sobrevivir y como ganar todo honradamente, lo cual aplicará al volver a su casa y se convertirá en un comerciante inmensamente próspero y pudo realizar todos los sueños de su existencia para él y los suyos. Lo que demuestra que si bien el dinero es importante, lo es más la actitud que tengamos ante la vida.
jueves, 27 de noviembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario