Bajo el limpio cielo de una acogedora ciudad Colombiana, donde aun se pueden cultivar los jardines del alma y donde todavía se saluda a los vecinos esbozando una sonrisa, han vivido aun algunas familias felices, como la de Lorenzo, el hijo mayor de la familia Santander de escasos 17 años, joven alegre, alto, apuesto, de cabellos negros y de granes ojos color miel, noble, tierno y juicioso como pocos seres humanos. Lorenzo a su corta edad, con una inteligencia abierta ya cosechaba triunfos en sus primeros semestres universitarios por esto era siempre el orgullo de sus padres, el ejemplo de su amado hermano Felipe y de Susana su consentida hermana menor. Esta familia se sentía muy afortunada por tener a su lado a Lorenzo, quien a pesar de ser casi un adolescente despertando apenas a todas las grandes emociones del cuerpo del espíritu, era el líder de la familia, él que a diario traía a casa fragantes ramilletes de alegrías e ilusiones. ¡Que maravilla todos eran felices!. Sin embargo una noche septembrina en que el terciopelo de las sombras se hace límpido, Lorenzo leía un libro de los misterios del mas allá, no quería ser interrumpido por ningún motivo, él estaba solo, los demás habían salido de compras y el aprovechaba el delicioso silencio para leer, en la temprana noche. Pero de pronto alguien tocaba insistentemente el timbres de la puerta, Lorenzo un poco contrariado, pero reflexivo, atendió el llamado, y ante él apareció una carita de ángel con bastón con ojos exorbitantes, era un pequeño y cojo mendigo, esquelético y triste como las mismas sombras de la muerte que pedía un mendrugo de pan. Que tristeza masculló Lorenzo con dolor y rabia, conmovido y angustiado, le pregunto al niño como había perdido parte de su pierna, el infante con una mirada lánguida y entre sollozos contesto: fue que el año pasado cuando venía de la escuela hubo una balacera cerca de mi casa y yo muerto del miedo al salir resbale brutalmente entre una alcantarilla destapada.
Lorenzo lo tomo de la mano, lo hizo seguir y le ofreció leche caliente porque estaba temblando de frío; mientras el niño sorbía la deliciosa bebida Lorenzo lo observaba, y rechazaba en su corazón, las balaceras la violencia, y se preguntaba porqué todas las calles de las ciudades de nuestro país, se encuentran atestadas de niños de miseria, mutilados en su cuerpo y de su espíritu. Luego lo contemplo, y con ternura lo arropó con un blando saco de lana, el niño lo miro casi incrédulo y se despidió agradecido por todas las bondades de Lorenzo. Poco después regresaban a casa, papa, mamá y hermanos, se querían tanto que se confundieron en un cálido abrazo fraternal, Lorenzo los apretaba contra sí como si lo envolviera el presagio de perderlos, la situación del pequeño mendigo le había estremecido el alma.
Esa noche no pudo volver a concentrarse en la lectura. Ana y Fabio sus padres los invitaron a merendar algo antes de ir a dormir ( galletitas con leche), él aprovecho para contarles la historia del niño y así poder descargar su corazón. Esa noche prometió que al finalizar sus estudios, lo más importante de su vida, sería realizar un proyecto para ayudar a este tipo de niños. Estaban en esta animada conversación y volvió a sonar el timbre con insistencia, esta vez lo atendió Ana, era Tito, un compañero de Lorenzo, pero mucho mayor que él y con un espíritu de vida desordenado y parrandero, por eso Lorenzo casi siempre lo evadía; había llegado en un flamante carro, pregunto por su amigo, él no quería comprometerse, no tenía la menor intención de salir, pero Tito de artimañas convincentes pidió premiso a sus padre y lo invito a viajar a un pueblo cercano a divertirse, Tito les prometió no consumir licor, Lorenzo medio sonriente abrazo a sus padres con una calidez inconfundible, la verdad no quería ir, pero sus padres lo animaron, el miró la calle desolada y un escalofrío circundó todo su ser. Trémulo se acercó al carro, en donde lo esperaban dos compañeros mas, Lucio y Martín, lo saludaron con euforia y lo invitaron a subir, el sonrió disimulando su estado de ánimo y se acomodó al lado de Tito quien conducía, iniciaron su viaje desviándose hacia el centro de la ciudad, para comprar licor, olvidando la promesa que acababa de hacer a los padres de Lorenzo, él se puso pálido y angustiado, no le gustaba engañar a nadie, se sentía mal, era raro, jamás había experimentado cosa igual, y de pronto vio volar por sobre el carro, una asquerosa y taciturna bruja, riendo a carcajadas, todos la vieron pero sus compañeros que habían consumido algo de ron, reían al unísono con la malvada bruja que hacia piruetas alrededor del carro.
Lorenzo había quedado casi paralizado, estaba aturdido y silencioso, bullía entre su sangre el terrible presagio de la muerte, Tito detuvo el carro frente a un bar. y los invito a tomasen una copa. Todos bajaron, aunque dudoso y vacilante Lorenzo los acompaño, ya dentro del bar. aún asustado por la visión de la bruja acepto una copa, con la intención de calmar su ansiedad aterradora, pero enseguida vino el segundo trago y comenzó a entusiasmarse, sus amigos le presentaron a gloria una dulce y preciosa chica, a quien le pareció imposible rechazar, estaba sola y triste, era muy joven casi una niña y en sus ojos se adivina la pureza de su alma y el candor virginal de su corazón. Lorenzo vibró hondamente enternecido y sintió como ahora su cielo florecía, como en el jardín de su preciada vida primaveras y ensueños se encendían, hablaban animadamente con la, pero también de tropiezos y malentendidos. En ese momento llegaron los padres de la niña a recogerla, pues era hija de unos buenos amigos del dueño del bar.; Lorenzo se apresuro hacia ella le pidió el numero telefónico, para llamarla y concretar una cita para poder verla de nuevo, ya que logró despertar en él todos los anhelos de su juventud.
Lorenzo se quedo allí algo triste y pensativo, llamó a sus compañeros en la tentativa de regresar a casa, ya que el viaje no se había realizado, pues ya era de madrugada, y de repente apareció la policía haciendo la rutinaria ronda de los bares y allí los sorprendió ya embriagados, pero mientras revisaban el bar. ellos se deslizaron apresuradamente, se subieron al carro y Tito no corría sino volaba por la gran avenida, pues no tenía papales y el carro era del papa de Tito, la policía al verlos desaparecer tan intempestivamente los siguió acosándolos de tal manera que se sintieron acorralados y como el carro policial era mas rápido, Tito aceleró todo lo que daba, Lorenzo le suplicaba que por caridad bajara la velocidad, pero le fue imposible convencerlo, entonces lanzo un grito de profunda angustia y avisó a sus amigos que la bruja revoloteaba nuevamente alrededor del carro, era la bruja taciturna de la muerte, el carro policial volaba tras el otro y el de Tito toco una pequeña y se volcó bestialmente dando muchas volteretas sobre si y arrojando el cuerpo de Lorenzo sobre la avenida en aquella madrugada fatal y turbadora, se fue Lorenzo, al amado hijo en querido hermano, el fiel amigo. Se fue sin un adiós sin despedida. Su juventud vigor de la mañana truncóse entre las rosas del silencio, por el azar de aquella ilusión vana.
Desde entonces todos los melancólicos septiembres, las rosas, azucenas y violetas perfuman la tumba de Lorenzo.
Lorenzo lo tomo de la mano, lo hizo seguir y le ofreció leche caliente porque estaba temblando de frío; mientras el niño sorbía la deliciosa bebida Lorenzo lo observaba, y rechazaba en su corazón, las balaceras la violencia, y se preguntaba porqué todas las calles de las ciudades de nuestro país, se encuentran atestadas de niños de miseria, mutilados en su cuerpo y de su espíritu. Luego lo contemplo, y con ternura lo arropó con un blando saco de lana, el niño lo miro casi incrédulo y se despidió agradecido por todas las bondades de Lorenzo. Poco después regresaban a casa, papa, mamá y hermanos, se querían tanto que se confundieron en un cálido abrazo fraternal, Lorenzo los apretaba contra sí como si lo envolviera el presagio de perderlos, la situación del pequeño mendigo le había estremecido el alma.
Esa noche no pudo volver a concentrarse en la lectura. Ana y Fabio sus padres los invitaron a merendar algo antes de ir a dormir ( galletitas con leche), él aprovecho para contarles la historia del niño y así poder descargar su corazón. Esa noche prometió que al finalizar sus estudios, lo más importante de su vida, sería realizar un proyecto para ayudar a este tipo de niños. Estaban en esta animada conversación y volvió a sonar el timbre con insistencia, esta vez lo atendió Ana, era Tito, un compañero de Lorenzo, pero mucho mayor que él y con un espíritu de vida desordenado y parrandero, por eso Lorenzo casi siempre lo evadía; había llegado en un flamante carro, pregunto por su amigo, él no quería comprometerse, no tenía la menor intención de salir, pero Tito de artimañas convincentes pidió premiso a sus padre y lo invito a viajar a un pueblo cercano a divertirse, Tito les prometió no consumir licor, Lorenzo medio sonriente abrazo a sus padres con una calidez inconfundible, la verdad no quería ir, pero sus padres lo animaron, el miró la calle desolada y un escalofrío circundó todo su ser. Trémulo se acercó al carro, en donde lo esperaban dos compañeros mas, Lucio y Martín, lo saludaron con euforia y lo invitaron a subir, el sonrió disimulando su estado de ánimo y se acomodó al lado de Tito quien conducía, iniciaron su viaje desviándose hacia el centro de la ciudad, para comprar licor, olvidando la promesa que acababa de hacer a los padres de Lorenzo, él se puso pálido y angustiado, no le gustaba engañar a nadie, se sentía mal, era raro, jamás había experimentado cosa igual, y de pronto vio volar por sobre el carro, una asquerosa y taciturna bruja, riendo a carcajadas, todos la vieron pero sus compañeros que habían consumido algo de ron, reían al unísono con la malvada bruja que hacia piruetas alrededor del carro.
Lorenzo había quedado casi paralizado, estaba aturdido y silencioso, bullía entre su sangre el terrible presagio de la muerte, Tito detuvo el carro frente a un bar. y los invito a tomasen una copa. Todos bajaron, aunque dudoso y vacilante Lorenzo los acompaño, ya dentro del bar. aún asustado por la visión de la bruja acepto una copa, con la intención de calmar su ansiedad aterradora, pero enseguida vino el segundo trago y comenzó a entusiasmarse, sus amigos le presentaron a gloria una dulce y preciosa chica, a quien le pareció imposible rechazar, estaba sola y triste, era muy joven casi una niña y en sus ojos se adivina la pureza de su alma y el candor virginal de su corazón. Lorenzo vibró hondamente enternecido y sintió como ahora su cielo florecía, como en el jardín de su preciada vida primaveras y ensueños se encendían, hablaban animadamente con la, pero también de tropiezos y malentendidos. En ese momento llegaron los padres de la niña a recogerla, pues era hija de unos buenos amigos del dueño del bar.; Lorenzo se apresuro hacia ella le pidió el numero telefónico, para llamarla y concretar una cita para poder verla de nuevo, ya que logró despertar en él todos los anhelos de su juventud.
Lorenzo se quedo allí algo triste y pensativo, llamó a sus compañeros en la tentativa de regresar a casa, ya que el viaje no se había realizado, pues ya era de madrugada, y de repente apareció la policía haciendo la rutinaria ronda de los bares y allí los sorprendió ya embriagados, pero mientras revisaban el bar. ellos se deslizaron apresuradamente, se subieron al carro y Tito no corría sino volaba por la gran avenida, pues no tenía papales y el carro era del papa de Tito, la policía al verlos desaparecer tan intempestivamente los siguió acosándolos de tal manera que se sintieron acorralados y como el carro policial era mas rápido, Tito aceleró todo lo que daba, Lorenzo le suplicaba que por caridad bajara la velocidad, pero le fue imposible convencerlo, entonces lanzo un grito de profunda angustia y avisó a sus amigos que la bruja revoloteaba nuevamente alrededor del carro, era la bruja taciturna de la muerte, el carro policial volaba tras el otro y el de Tito toco una pequeña y se volcó bestialmente dando muchas volteretas sobre si y arrojando el cuerpo de Lorenzo sobre la avenida en aquella madrugada fatal y turbadora, se fue Lorenzo, al amado hijo en querido hermano, el fiel amigo. Se fue sin un adiós sin despedida. Su juventud vigor de la mañana truncóse entre las rosas del silencio, por el azar de aquella ilusión vana.
Desde entonces todos los melancólicos septiembres, las rosas, azucenas y violetas perfuman la tumba de Lorenzo.
3 comentarios:
Aura Inés, gracias por compartir tu escrito. Lo leí dos veces.
Resalto de tu cuento la historia de una buena persona que seducida por malas amistades termina muerta. La idea de una bruja agorera me parece una propuesta que se puede explorar, pero que con unos cambios, podría encajar bien en la historia.
Ahora bien, como dice el maestro Castillo, podría ser mejor si el punto de vista tuviera algo de carroña. Es decir, a mi juicio, Lorenzo y su cuadro familiar es demasiado ideal. Por otra parte, creo que te esfuerzas mucho para caracterizar a los personajes, pareciendo como estereotipos, más que personajes comunes y corrientes. Como dice el maestro Rubiano, se necesitan sólo tres trazos para construir el personaje. Las escenas de Lorenzo con el mendigo y Lorenzo con la niña, si bien son bonitas, se me antojan como postales.
Mejor dicho, si resultase que Lorenzo apenas entra al carro prende un cacho de marihuana, le pide a los amigos que de paso para donde las fufurufas compren aguardiente, cuando entra a la tienda de licor va a la parte de atrás a hacer sus necesidades, se encuentra y violenta a una niña mendiga y después el maldito se muere porque la mendigo que es una bruja le aprieta entre sus piernas y le saca toda su esencia por donde sabemos, eso sí movería a tu público. Lo sé, lo sé, no eres tú. Sólo pensarlo repugna, pero por tomar del pelo no te parecería un buen ejercicio sacudirte quien eres y volverte la mala? A fin de cuentas, sólo es la imaginación. Un abrazo.
Aura Inés, si mi comentario te ofende en lo más mínimo, te suplico aceptes mis disculpas. No era mi intención molestarte, sino construir con lo aprendido hasta ahora.
Comparto el comentario de Jorge. Está demasiado idealizado, demasiado rosa y la vida, es de múltiples colores. Pero creo que como ejercicio de escritura se trata de un buen inicio, el cual hay que ir depurando. Después de todo, el buen escritor es el que realiza múltiples, miles de borradores. Aura, continúa escribiendo. Lograste atrapar mi atención
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